sábado, 2 de abril de 2011

Panamá, la gran obra

Texto: Alfredo G. Reyes.

Fotos: David Santiago.

¿Puede un país existir por y para una obra de ingeniería? Por muy grandes que sean las proporciones de ésta y abultados los beneficios económicos que genere, ¿es esto realmente posible? Claro que lo es: ese país se llama Panamá.

Si bien de lo que estamos hablando es de, probablemente, la más ambiciosa obra acometida por el hombre, con una extensión de más de 80 kilómetros, que parten en dos el istmo de Panamá y, por ende, el Continente Americano. El célebre Canal, construido a principios del siglo XX con la sangre de más de 2.000 personas, según el visionario proyecto (y dinero) de Estados Unidos, país que lo gestionó hasta el 31 de diciembre de 1999, genera buena parte de los ingresos de este pequeño país.

Por eso, y porque realmente se trata de una obra prodigiosa, es visita obligada cuando se llega a Panamá. La manera más habitual de conocerlo es recorrer el centro de visitantes que está situado junto a las esclusas de Miraflores, a escasos kilómetros de la capital. Pero también se programan numerosas excursiones navengando por sus aguas en lanchas y otras pequeñas embarcaciones.



Sea uno admirador o no de los grandes proyectos de ingeniería, merece la pena visitar este complejo de Miraflores y, en él, el Museo del Canal, ver el vídeo donde se explica el funcionamiento y razón de ser del sistema de esclusas (los barcos deben superar en su tránsito por el istmo un desnivel de 26 metros), y asistir al paso de alguno de los buques. Sin duda, una experiencia realmente sobrecogedora, pues por aquí discurren desde pequeñas naves hasta busques con dimensiones Panamax, es decir, de hasta 32,3 metros de manga (anchura), 294,10 metros de eslora (longitud) y 12 metros de calado (fondo).



Pero restringir los atractivos de Panamá al tránsito de buques por el Canal sería hacerle un flaco favor a un país donde la naturaleza es, sin duda, su principal riqueza y reclamo turistico. Y lo mejor es que buena parte de esos recursos naturales está prácticamente intacta, con varios espacios protegidos de importancia internacional. De hecho, el 30 por ciento del territorio del país goza de algún tipo de protección.



Este es el hogar de más de 1.000 especies de aves, antre las que destaca el águila harpía, una de las más grandes del planeta y símbolo del país (se puede ver en el escudo nacional). También el de más de 10.000 especies de plantas, la mayor parte agrupadas en impenetrables bosques tropicales húmedos, de una belleza apabullante. Una curiosidad: Panamá quiere decir "abundancia de mariposas" y, de hecho, la cantidad y belleza de lepidópteros que uno encuentra, casi a cada paso, es una de las cosas más llamativas del país.



Entre los espacios naturales protegidos, sin duda, el más espectacular y extenso es el Parque Nacional Darien, que separa (literalmente) este país del resto de Sudamérica: una espesa jungla apenas surcada por carreteras, que forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1981 y que se extiende desde las costas atlántica y pacífica hasta una altura de más de 1.800 metros. Aquí habitan especies tan significativas como el jaguar, el tapir, el cocodrilo americano, el caimán, el mono araña, el ocelote, más de 450 especies de aves, entre las que están la ya mencionda águila harpía, guacamayos y loros de increíbles plumajes. Y, entre las especies vegetales, destacan cuipos, guayacanes, bromelias, orquídeas, o el bejuco de agua.



Otros espacios protegidos que merecen la visita son los parques nacionales La Amistad, junto a la frontera con Costa Rica, Isla de Bastimentos, Isla Coiba, Santa Fe, General Omar Torrijos o del Chagres.



También resulta muy interesante, bajo el punto de vista de la observación de la biodiversidad, la visita al Lago Gatún, integrado en el Parque Nacional Soberanía. Curiosamente, se trata de una superficie acuática artificial creada con el represamiento de las esclusas del propio Canal para posibilitar el paso de los barcos por el interior del istmo. Aquí está la pequeña Isla de los Monos, en cuyo entorno se puede observar a monos capuchinos y aulladores, cocodrilos, tortugas, serpientes... entre otras muchas especies animales.



Una buena opción para disfrutar de la experiencia es apuntarse a alguna de las excursiones en lancha que se programan desde Gamboa Rainforest Resort (www.gamboaresort.com), alojamiento con espectaculares vistas al cauce del río Chagres y a una espesa mata selvática.



La misma que se puede divisar desde Canopy Tower (www.canopytower.com), antigua torre-radar instalada por los estadounidenses para el control del Canal y hoy transformada en uno de los alojamiento con más personalidad de Panamá. Los huéspedes vienen aquí, sobre todo, a integrarse en la naturaleza y a pasar horas y horas observando, desde la altura que proporciona la torre, las numerosas aves, monos y otras especies que se acercan hasta las copas de los árboles.





Canopy Tower es un buen ejemplo de lo mucho que se puede hacer para disfrutar turísticamente Panamá de una forma sostenible. Ahí está la gran oportunidad de este país: demostrar al mundo que la explotación de su riqueza natural se puede realizar de una forma inteligente, responsable y respetuosa con el medio ambiente.



El contraste entre la belleza natural y la ciudad de Panamá, la capital del país, es realmente impactante. Alimentada por el dinero del Canal, pero también por la enorme cantidad de bancos internacionales asentados aquí, esta gran urbe, donde vive una tercer parte de la población total del país, crece hacia lo alto, en edificios que superan las 60 y 70 plantas y donde se asientan empresas de todo signo, además residentes nacionales y foráneos, conformando un skyline vertiginoso. Casi cada mes se inaugura una de estas impresionantes torres, muchas mirando al Pacífico y alguna que emula a otras grandes construcciones del planeta, como el edificio Trump, cuyas dos "velas" recuerdan al dubaití Burj al Arab.



El skyline de esta nueva Panamá, que se extiende por Punta Patilla, Punta Pacífico y la Cinta Costera, parece excesivo, algo desproporcionado, sobre todo cuando se contempla desde el Casco Antiguo, atractivo barrio colonial donde se asientan las principales instituciones del país (Palacio de las Garzas, incluido, residencia oficial del presidente de la República) y que, pese a haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, alberga aún antiguas mansiones, casi en ruinas, reconvertidas en infraviviendas.





Con ser centenario, el Casco Antiguo no es el núcleo originario de la ciudad. Porque hay un Panamá Viejo, a un par de kilómetros, arrasado en 1671 por los propios habitantes de la ciudad, ante el envite del pirata Morgan. Hoy este lugar es un importante centro arqueológico donde se intenta recuperar no sólo las construcciones levantadas por los conquistadores, sino también por los integrantes de la cultura indígena pre-existente. Un lugar donde se trabaja por recuperar las huellas de un pasado al que se dio la espalda durante demasiados años. Y es que, como ya dijimos, en Panamá aún queda mucho por hacer.



Más información: www.visitpanama.com

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