martes, 1 de diciembre de 2009

Boda tradicional bijagó y otras costumbres

Isla de Orango, Guinea-Bissau, martes 22 de septiembre


Hola a todos. Ya queda menos para vernos. Mientras tanto no me queda otra que seguir practicando esta suerte de comunicación retroactiva. Algo que me consuela mucho más de lo que yo pensaba, pues de alguna forma me hace estar en contacto no sólo con vosotros, sino también con nuestro mundo, nuestra civilización, que tan lejana se ve desde este recóndito lugar de África.

Continúo con mi relato, que ayer dejé interrumpido por culpa del sueño. De hecho, según apagué el ordenador, apoyé la cabeza sobre la mesa sólo un ratito y, cuando vino Luis a decirme no recuerdo qué, me di cuenta de que había estado dormido más de una hora.


Tras la comida, que yo apenas he tocado pues llevo un día un poco revuelto, con molestias intestinales, nos hemos ido a Eticoga caminando por la playa.

Allí, como sabían lo interesados que estamos en el tema del matriarcado (prácticamente perdido desde la independencia del país, en 1973), parte del personal del hotel, con sus amigos y familia, nos han organizado la representación de una boda bijagó. La particularidad de esta sociedad matriarcal radicaba en que era la familia de la mujer, por indicación de ésta, quien elegía entre tres candidatos posibles como marido. Para eso, la mujer cocinaba un cuenco de arroz que llevaba a casa de cada novio, en una comitiva flanqueada por mujeres que proferían agudos gritos de alegría, mientras cantaban y daban palmas. Frente a la casa del novio la comitiva era recibida por la familia de éste, encabezada por el tío del joven (mucho más importante que el padre en asuntos de relaciones sociales para los jóvenes bijagós), dispuesta a negociar hasta el más mínimo detalle, pues las exigencias de la parte de la novia solían ser descabelladas e intentaban poner a prueba la idoneidad y habilidad del joven con pruebas que a nosotros nos resultan bastante ridículas. Una de ellas consistía en cocinar un plato de ojos de pescado.



Algo muy aproximado a esto es lo que representaron para nosotros estos jóvenes tan entregados, con la aprobación de sus mayores (los hombres grandes). Bueno, lo hicieron para nosotros y también para el resto de la población de la tabanca, que disfrutaron y se rieron muchísimo con el teatrillo. Y como agradecimiento, Luis e Iris regalaron a los jóvenes una botella de cana, sin duda el mejor medio de pago de estas islas...

Al terminar la representación y mientras caminábamos por la tabanca, se pegaron a nosotros, literalmente, un montón de niños. Algo que viene sucediendo todos los días. Se pelean entre ellos por cogerte la mano y, cuando ya son varios, se reparten los dedos de cada mano, como diciendo, eres mío y yo soy tuyo en este momento. Muchos se quedan alucinados con el vello de mis brazos y no paran de acariciarlo, como si así quisieran comprobar si es real o un disfraz que me hubiera puesto con el propósito de engañarlos.




Acompañados por este séquito nos fuimos a recoger a los médicos, que continúan con su trabajo en la sede del parque nacional, operando a buena parte de los ancianos (y también a muchos jóvenes) de las islas cercanas.

Juntos nos volvimos al hotel, esta vez en el quad. Por el camino se nos cruzaron numerosos chotacabras, pájaros que David intentó fotografiar, pero que no consiguió, pues a diferencia de lo que ocurre con la mayor parte de las aves de estas islas (que no temen a los hombres, pues éstos nunca han tenido necesidad de cazarlos), esas aves se comportaban de forma bastante esquiva ante la presencia humana. No así ante los faros del quad, que parecían dejarlas hipnotizadas.

Ya en el hotel, ducha, cerveza precena, cena y directamente a la cama.

Esta mañana me levantado sin despertador, pues David y José Alberto habían quedado en salir temprano hacia la laguna donde vimos los hipopótamos, para intentar captar más imágenes de estos animales. Así que Patricia y yo hemos podido dormir hasta tarde y aprovechar la mañana para descansar un poco.

Yo me he levantado a las 9, pero Patricia lo ha hecho a las 10:30. Cuando ha venido a desayunar, Iris y yo le hemos hecho compañía y nos hemos puesto a charlar hasta que han llegado los expedicionarios, cerca de las 12:30. Por la cara de David, sé que les ha ido bien (supongo que luego me enseñará las fotos). Eso sí, venían empapados, pues les ha llovido justo cuando estaban en la laguna.

Tras la comida yo me he echado un ratito la siesta y luego hemos vuelto a Eticoga para grabar más planos de la realidad humana de la tabanca.

Ya de vuelta, ahora estoy tomándome una cerveza en el comedor, algo apartado del resto del equipo para concentrarme en la escritura. La verdad es que hay bastante jaleo por aquí, pues los médicos han empezado a recoger todo el material que están utilizando (se vienen con nosotros, en el mismo vuelo, a Lisboa y luego a Madrid) y esto empieza a ser un pequeño caos de cajas y narración de vivencias.

En un rato (espero que no mucho) comenzaremos a cenar. Mañana continuaré el diario.

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